lunes, 25 de mayo de 2009

ONU estrena online la primera universidad de alcance global

Tomado del Diario la Nación

Ya cuenta con 200 alumnos de 52 naciones, la mayoría de los estudiantes son de China.

Con el propósito de impulsar el acceso a la educación superior en todo el mundo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) abrió sus puertas hace dos semanas, de manera sorpresiva, a la primera universidad global online, un proyecto que se enfoca en promover la educación e incorporación de las nuevas tecnologías en las regiones menos desarrolladas del mundo.

Este proyecto educativo, publicó el diario español La Vanguardia, llamado la Universidad del Pueblo de la Alianza Global de la ONU sobre tecnología de Comunicación y Desarrollo (GIAD) busca, entre otras cosas, disminuir las brechas educativas entre países desarrollados y los menos favorecidos, a través de las herramientas que ofrece la web.

El fundador de la Universidad del Pueblo, Shai Reshef -un emprendedor israelí afincado en Pasadena, California- señaló en una conferencia de prensa que la pobreza, la ausencia de instituciones de educación superior o las limitaciones físicas impiden a muchos jóvenes la continuación de sus estudios. Por estos u otros motivos, este nuevo concepto, reunido en el sitio www.unu.edu, empleará tecnología abierta, métodos de aprendizaje por internet y los contactos entre los alumnos para impartir los cursos a un costo lo más reducido posible.

Aula y exámenes

Los requisitos para matricularse son tener acceso a un computador, haber concluido la secundaria y dominar un cierto nivel de inglés. Los alumnos se dividirán en clases virtuales con un máximo de 20 miembros, que tendrán acceso semanal a los materiales de casa curso, que podrán discutir entre ellos. Posteriormente, deberán presentarse a un examen online.

Además, podrán consultar a profesores y estudiantes de postgrado voluntarios, para que les asesoren y resuelvan dudas. Para poder acceder a todo lo anterior, solo se necesita una conexión telefónica (dial up), ya que los cursos no cuentan con elementos multimedia.

La ventaja para los alumnos es que no tienen que pagar una mensualidad, solo se debe abonar una cuota de admisión de entre 15 y 50 dólares (74.550 guaraníes- 249.000 guaraníes), dependiendo del país y otra de entre 10 y 100 dólares por cada examen ( G. 49.700- G. 497.000). La Universidad del Pueblo, aseguró Reshef, requiere 6 millones de dólares de manera de poder garantizar su buen funcionamiento y unos 15.000 estudiantes para sostenerla.

martes, 12 de mayo de 2009

El Viejo Mal de Colombia

Por William Ospina
Tomado del Diario el Espectador
10 Abril, 2009

¿CÓMO HACERLES ENTENDER A LOS gobernantes de nuestro país que las guerras contra el crimen, “la mano dura y el corazón grande” ante el delito seguirán siendo inútiles mientras no emprendamos un esfuerzo concertado, inteligente y generoso, no tanto por perseguir y castigar, sino por impedir que los jóvenes se vuelvan delincuentes?

La principal causa de delincuencia hoy en Colombia es la falta de un orden incluyente en el cual los jóvenes sientan que son tenidos en cuenta por la sociedad, que se les ofrece educación, salud, respeto, el horizonte de un empleo digno, estímulos para su talento y oportunidades para realizar sus sueños. Todos esos guerrilleros, paramilitares y delincuentes comunes que se desmovilizan y resurgen como hongos después de cada redada no son meras expresiones del mal, son la evidencia de un orden social donde a los jóvenes no se les ofrece otro destino que las armas.

Por la educación, por la salud, por la posibilidad de desarrollar sus talentos, tienen que pagar hasta el último peso, pero por la violencia todos les pagan: la guerrilla, las bandas criminales y hasta el propio Estado.

Despreciar los recursos que ofrece la civilización para prevenir y controlar el delito es la más antigua tradición de la sociedad colombiana. Aquí la educación debería ser gratuita, como en todos los países decentes. La identificación temprana de vocaciones y talentos debería ser una práctica corriente, la orientación de los jóvenes hacia la ciencia, la tecnología, los oficios, las profesiones, la productividad y las artes debería ser la primera prioridad del orden social. Pero basta comparar el presupuesto del Ministerio de Defensa con el presupuesto del Ministerio de Cultura: para nuestros gobiernos, el poder de las armas es doscientas veces más importante que el poder de las ideas, de las costumbres y de la convivencia. Si uno hace un rectángulo y lo divide en doscientos cuadros, dejando todos en blanco y llenando de color solamente uno, tendrá ante los ojos la desconcertante relación que existe en Colombia entre el presupuesto de la guerra y el presupuesto de la cultura.

De prevenir el delito no habla nadie; de castigarlo, hablan todos. Se les hace agua la boca diciendo “cero tolerancia con el delito”, y uno creería que están hablando de empleo, de educación, de prevención, de dignidad de las comunidades: no, están hablando de cárceles y a lo mejor de tormentos. Les parece más efectivo reprimir, perseguir, hacer redadas, encarcelar, dar de baja, porque todo eso puede hacerse en seguida, en tanto que la prevención, la recuperación y la reeducación requieren esfuerzo, generosidad y una conciencia profunda de la dignidad de los seres humanos.

Y como cada gobierno sólo dura cuatro años (y el siguiente período nunca está seguro), nadie se siente con el ánimo de emprender una profunda rectificación del modelo de convivencia, que tardará unos pocos años en dar sus frutos, y le apuestan todo a la ilusión del exterminio. Pero como ocurre con el narcotráfico: por cada jefe que cae, veinte se disputan en seguida su puesto, sus rutas, su ámbito de influencia; cada vez que uno de ellos es extraditado, ascienden las nuevas promociones; a rey muerto, rey puesto, y el negocio no deja de ser próspero porque se eliminen del escenario talentos tan fácilmente reemplazables como los de un jefe de mafias.

Nos gobierna una idea de la humanidad basada en el resentimiento, en la lógica insana del furor y el castigo. Y lo que más debería hacernos pensar es que ese mal no es nuevo. Cuando yo tenía cinco años, hace medio siglo, nos decían que Colombia sería un paraíso en cuanto se diera de baja a Desquite y a Sangrenegra, los bandoleros que asolaban los campos. Yo mismo fui testigo del vuelo de los helicópteros que llegaban al norte del Tolima a pacificar la región. Hace veinticinco años me estremecía ver en fotografías de la prensa cómo sacaban cerca de Bogotá pendiendo de helicópteros los cadáveres de los guerrilleros dados de baja, o cómo hacían la exposición de sus cuerpos como de piezas de cacería. Hace veinte años sabíamos que bastaba eliminar a Rodríguez Gacha y a Pablo Escobar para que Colombia descansara por fin.

Hoy nos dicen que la guerra en los campos está terminando, pero que todos los días nacen nuevas bandas de delincuentes en las ciudades. Ahora se llaman “Los chicos malos”, “Los falsos”, “Los aguacates”, “Los Simpson”, “Los triana”, “Los chachos”. 145 bandas en Medellín, 44 en Cali, muchísimas en las otras ciudades, y panfletos amenazantes en 20 departamentos. No es irracional el temor de que, con esta manera absurda de enfrentar el delito sólo por la represión, con estas desmovilizaciones que no parecen estar acompañadas de serios procesos de recuperación de los combatientes, y sin un esfuerzo serio por cambiar la situación de los jóvenes en las barriadas, lo único que estemos haciendo es traer a las ciudades la violencia del campo.

Llegan nuevas oleadas de delincuentes, y empieza a hablarse otra vez de “limpieza social”, del terror en los barrios, “toques de queda” dictados por criminales anónimos. Y ¿no era de esperar que fuera así, cuando el Estado no tiene otro lenguaje para los excluidos que el de la violencia y de la guerra? Es urgente que se forme en Colombia una alternativa de civilización que rechace por igual todas las violencias, que no haga de la violencia la única respuesta a las bárbaras consecuencias de la injusticia. Los paños de agua tibia de una legalidad sin justicia no hacen más que demorar el caos que crece, y que puede acabar por arrastrarnos a todos.

martes, 5 de mayo de 2009

Consecuencias Económicas de Uribe

Tomado del Diario el Portafolio

Publicado el 30-04-09

Se está abriendo paso un amplio consenso entre los analistas sobre los graves desórdenes institucionales, políticos, económicos y presupuestales que está dejando el presidente Álvaro Uribe a quien asuma el poder en el 2010. Tan solo para hacer referencia a los asuntos presupuestales, basta con recordar qué se gastó el pasado, el presente y el futuro del país.

Con respecto al fisco y/o el patrimonio ahorrado por generaciones y el cual está representado por los activos del Estado, ha sido el Gobierno que en la historia del país ha enajenado la más grande cuantía de recursos sociales, aun de empresas estratégicas.

Se han vendido, entre otros, el Banco Cafetero, 10 por ciento de Ecopetrol, 10 distribuidoras regionales de energía, Telecom, Ecogás, otro porcentaje de Isagén, y está en salmuera otro de ISA.

Estos ingresos derivados de las privatizaciones han fondeado un ambicioso plan de gasto del Gobierno, sin generar ni siquiera un superávit fiscal durante los siete años consecutivos del Gobierno Nacional y peor aún, en medio de las más altas tasas de crecimiento del Producto Interno Bruto en 30 años y de los precios más altos de los commodities.

Las decisiones de gasto han ocasionado una distorsión del escenario fiscal; durante cinco años se bloqueó el gasto local con cargo a los recursos del Fondo Nacional de Regalías (FNR), de los 3 billones de pesos acumulados, 1.3 billones fueron apropiados en el Presupuesto General en la vigencia fiscal de 2009.

Estos recursos, que serán asignados a las regiones en consejos comunitarios, pertenecen a ellas por derecho propio y a ellas deberían volver por vía de la ley y las instituciones y no en ruedas de prensa presidenciales.

En desarrollo de su política económica, el Gobierno acumuló un déficit fiscal de 3,3 por ciento del PIB en el 2008, y obligó a los departamentos a usar los recursos de un empréstito internacional de 1.000 millones de dólares que tomó el Gobierno Central, mientras les mantenía retenidos los 3 billones de pesos que habían acumulado en el FNR.

De la misma manera, aprovechó el escenario de revaluación para sustituir deuda externa por interna, aunque no tuvo la precaución de reducir el nivel total como proporción del PIB que presenta un incremento de 2 puntos porcentuales del PIB con respecto al nivel de 2000.

El 28 de febrero pasado Alejandro Gaviria mencionó, en su columna de El Espectador, que el próximo presidente tendrá, aunque no quiera, que darle continuidad a muchas de las políticas del actual Gobierno.

Ello se debe, en parte, a la suscripción de vigencias futuras excepcionalmente largas que comprometen el presupuesto más allá del término del mandato, a las garantías contractuales otorgadas a los inversionistas y a las gabelas tributarias pactadas con el capital extranjero.

Siendo todo cierto, no describió la totalidad del panorama. La concentración del presupuesto en manos del Presidente es tal, que su influencia no solo afecta el pasado y el presente, sino que se hará sentir por largo tiempo en el futuro.

Hacia adelante el alcance de las decisiones tomadas se extenderá por mucho tiempo. Las vigencias futuras que amparan el metro de Medellín se dilatarán por 100 años, las del TransMilenio de Bogotá irán hasta el 2016, la Drummond recibió una extensión de su concesión por 30 años más para explotar 8 millones de toneladas de carbón a cielo abierto y 5 trillones de Mbtu de gas natural.

Todo lo anterior sin contar que, dado el desequilibrio de poderes ocasionado por la reelección inmediata, los órganos de control y los organismos colegiados independientes quedarán integrados por personas designadas por el Presidente. En la junta del Emisor, con excepción del doctor Tenjo que pronto se retira, todos los miembros han sido nombrados durante el actual periodo presidencial, ello implica que Uribe tendrá influencia en la vida económica nacional todavía por mucho tiempo.